Algo desmoronándose

 

Estoy herida de algunas partes del cuerpo que todavía no existen,

tengo un hueco como un niño, como un hijo o una aguja,

un campo de rosas o un barco a medianoche,

tengo una rotura en mi cráneo que se hace grande cuando viene el frío,

tengo los labios partidos y hay un ártico desmoronándose.

Voy a amanecer y seré un sol con mil latidos,

amaneceré y me verán desde la playa, mirarán al cielo

y una terrible nube de guaguas cruzará por ahí

después la vida se vendrá abajo,

algo nuevo surgirá de la ceniza de tantos azules.

Se podría decir que nos aqueja la distancia, el insomnio, la locura,

pero la realidad nos pica los ojos,

nos clava las garras al costado del cuerpo de marimba,

del cuerpo túnica manchado de sangre viejísima,

el cuerpo despojo, el cuerpo casa abandonada,

panteras, albercas, terrenos,

cuerpo dintel, cuerpo con alas y cuernos,

cuerpo danza, bosque, música lejana.

Lo que se salva es la lengua de seda, la boca húmeda.

Lo que amo es convertirme en mercurio

y acomodar mi forma entre tu cuerpo,

en tu pecho ser todo, un sol de nuevo, el vuelo,

los latidos de tu corazón, metal líquido.

Me detengo en ti, eres la orilla, mi abismo.

Hace diez años eras el muchacho del taxi,

con un puro en la boca,

luego fuiste la sombra más increíble,

el fondo rojo, los limbos verdes,

las líneas y el grito durante una exposición,

no podía mirarte, pero sabía que estabas ahí,

en algún lugar y que ambos crecíamos.

 

Cuadros

 

En tus ojos encuentro la nostalgia,

tu corazón es un centro dinamitado,

el gato que se asoma por una ventana del otro mundo te llama, un maullido y sabes a donde debes ir;

la habitación respira a través de las plantas,

hojas y vida se acercan mientras intentamos dormir; yo podría decirte un sueño,

podría hacerte dormir pero te toco,

te siento cerca

y todo está sin construirse todavía.

 

Escribo desde aquí

 

A pesar de todo, lo más difícil es no escribir,

quedarme mirando fijamente hacia la ventana

como solía hacerlo cuando era pequeña y estaba en mi aula de clase,

lo más duro es no llegar,

aunque sea tarde a la hoja,

al archivo abierto de word, a las notas del celular.

Duele estar siempre ahí para alguien

que no sabe muy bien quién eres

y de qué se trata todo esto,

pero tú das todo por igual

amor, paciencia, momentos

y por la madrugada, después de no ser vista,

después de no recibir una sola palabra,

dejar una hoja llena,

tratar de escribirle encima árboles, sueños o lunas.

Hay días que no queda de otra

hay que escribir desde el armario,

entre abrigos en desuso,

colchas que ya no saben cuántos cuerpos arroparon,

zapatos que llevan por nombre polvo de estrellas

y nada y que alguna vez sirvieron para inventar un baile o una caminata,

es extraño escribir desde ese lugar

con la luz de una vieja computadora como compañía,

esconderse de la lluvia y de la realidad

porque allá afuera

el instante era todo ruido, destrucción y agotamiento,

había que esperar la calma como una noche extensa y sin roturas.

 


Jeanne Karen (San Luis Potosí, mayo de 1975). Tiene doce libros publicados, entre ellos: La luna en un tatuaje, (Editorial Verdehalago, 2003, CDMX), El club de la tortura (Ediciones Sin Nombre, CDMX 2005), El gato de Schrödinger (Editorial Ultramarina, Sevilla 2007), Cementerio de elefantes (Ediciones Fósforo, CDMX, 2013), Púrpura Nao (Editorial Grito Impreso, San Luis Potosí, 2018), Menta (Editorial Ponciano Arriaga, 2019, San Luis Potosí, con ese título ganó el Premio 20 de Noviembre del 2018).

Su obra ha sido difundida en medios impresos y electrónicos. Ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en la categoría de creadores con trayectoria y ha ganado varios premios, entre ellos el Premio Manuel José Othón y el Salvador Gallardo Dávalos.

Una escuela de nivel básico lleva su nombre. Por el momento prepara dos libros de poesía y dos novelas.