25 de enero del 2018.

Hoy es el primer día del resto de mi vida. He decidido seguir adelante pese al dolor que me provoca despertar y ver tu lado de la cama vacío, frío, sin ti. Desayunar solo. Comer solo. Cenar solo.

Algún día entenderé por qué te fuiste, si prometiste que te quedarías a mi lado para siempre. «Para siempre» como esa frase de tu libro favorito, ¿Cuál era su nombre? Tienes que perdonar mi falta de memoria, sabes que siempre he sido así.

He estado dudando un poco en hacer esto, tomar lápiz y papel y empezar a escribir lo primero que venga a mi mente, pero se siente tan bien. Y también es cierto, no fue idea mía; mamá viene un par de veces al día, prepara algo de comer, asea un poco la sala y las habitaciones, me da esas charlas motivacionales acerca de la importancia de vivir y luego se marcha. Un día sugirió que, si no haré caso a sus palabras, por lo menos quiere que su hijo vuelva a hablar de nuevo, y aquí entre nos, nunca dijo cómo.

También Erick ha venido un par de veces, insiste en que debo volver al trabajo ya que, según él, despejar la mente ayudará a no pensar en el dolor que me provoca tu ausencia. De hecho, me ha pedido ayuda para tratar un grupo de pacientes de una amiga suya. Tal vez lo haga.

Me tienes que perdonar, mi amor. Mazapán, tú gato, huyó de casa poco tiempo después de que te fuiste. Traté de buscarlo ya que era el único recuerdo vivo de ti que estaba en nuestra casa. Y lo he perdido. Supongo que sabe que nunca lo toleré por mi alergia a los pelos de gato.

Siempre tuyo, Dante.

15 de febrero del 2018.

No recuerdo cuando fue mi última carta, pero tengo que ponerme al corriente contigo. Hice caso a mi madre, desperté la mañana del domingo y me puse a pensar en las últimas palabras de Erick acerca de que necesitaba mi ayuda con un grupo de pacientes de un hospital psiquiátrico en Santa Fe, sus últimas palabras fueron claras: tú necesitas buscar el verdadero significado de la palabra «vivir»  

Mi madre tenía razón en eso también, estar en cuatro paredes no significa estar vivo. Y eso me dolió todavía más, por qué he desperdiciado los últimos seis meses en tratar de entender por qué te fuiste, cuando la respuesta está allá afuera, en el mundo que no se detiene.

Sé que Erick puso en algún lado el expediente clínico y lo busqué con desesperación. Lo que leí en él me dejó helado, por lo que me presenté al día siguiente en el hospital psiquiátrico para atender su emergencia. Cuando me vio en el pasillo, se quedó boquiabierto al verme de nuevo con la bata y los lentes que tú me regalaste.

—No creí que vendrías —dijo. Me dio un cálido abrazo, de esos que reparan heridas.

Y me condujó hasta la oficina de otro psiquiatra dónde ya estaban otras personas.

—Sr. López, he escuchado buenos comentarios de usted —dijo una enfermera con amabilidad. Estrechó su mano suave con la mía y sentí en el aire un delicioso aroma a rosas.

Un hombre más se acercó conmigo y se presentó.

—David, a sus órdenes —dijo con seriedad.

He conocido personas que hablan más que él.

Había seriedad en la habitación, al parecer habíamos llegado en el momento de una discusión. Una muy fuerte discusión. Y es que, apenas un día antes, un joven de 17 años que estaba internado ahí, se había suicidado. Uno más que pierde la batalla contra la vida.

Saber de ese chico aparentemente normal me dejó con ganas de averiguar qué fue lo que había pasado por su mente antes de tomar esa decisión. Nadie hablaba de él más que lo necesario y eso me inquietó todavía más. Y, de la propia voz de David, era la tarea que yo tenía que hacer a partir de ese momento.

En otra carta te contaré el resto.

Siempre tuyo, Dante.

21 de febrero del 2018.

Estuve leyendo un poco el expediente clínico de algunos pacientes. Si te soy sincero, mi vida es maravillosa en comparación con la de esos chicos. Debo decirte que, mi trabajo será atender a cuatro jóvenes que intentaron quitarse la vida hace un par de meses. No sé cómo hacerlo ya que las condiciones en las que se encuentran son bastante difíciles para poder hacer algo por ellos.

Desde luego que, tú sabrías que hacer. Siempre sabías que hacer con los retos de la vida, y yo no era tan listo para enfrentarlos.

Casi olvido informarte que Mazapán vino la otra noche, dejé la ventana abierta de la cocina y entró para buscar algo de comida. Huyó de nuevo en cuanto encendí la luz y desde entonces no ha vuelto.

Siempre tuyo, Dante.

 

20 de marzo del 2018.

No ha sido nada fácil trabajar con los cuatro chicos de los que te hablé en la carta anterior. He pensado en dejar todo y volver a casa, pero tú no hubieras querido eso. El otro día nos reunimos por primera vez para hablar un poco acerca de nosotros mismos. Entonces mi mente se nubló un poco, ¿Qué posibilidad había de que hablará con ellos sobre el caos de la vida, si te había perdido a ti? Quería inspirar a que aquellos jóvenes empezaran a amar la gratitud de estar vivos, y yo estaba saliendo de una situación de pérdida.

—Hola, mi nombre es Dante López y estoy aquí para ser su amigo —dije. (Lo sé, soy malísimo para interactuar en una primera conversación).

Hubo un silencio profundo.

—¿Por qué no comenzamos con la presentación de cada uno de ustedes? —Volví a insistir, en un tono más amable.

Los jóvenes que se encontraban en la sala se miraron unos a otros. Hasta que una chica alzó la voz.

—Hola, mi nombre es Mel —dijo una chica bajita de estatura, con voz chillona—, tengo 16 años… —luego guardó silencio y se negó a continuar.

Hubo un silencio más prolongado. Se miraron unos a otros con indecisión hasta que una siguiente voz interrumpió.

—Mi nombre es Miguel —dijo un chico de tez morena y cabello chino. Su voz era suave y apenas perceptible, no me miró ni una sola vez. Mantuvo la cabeza ligeramente inclinada, mirando el suelo.

—Soy Ri —dijo una chica de cabello largo y despeinado, su forma de hablar era confusa, como si las palabras se enredaran en sus labios—, tengo 18 años y tengo una hija de 5 años.

—¿Ri? —Pregunté con curiosidad. Ella asintió con la cabeza.

Luego mi mirada se dirigió al último chico.

—No se moleste en hablar con él —me dijo Mel— es demasiado callado. No habla con nadie salvo con…

Hubo una pausa. El chico miró con odio a Mel, en sus ojos había fuego.

—¿Cuál es tu nombre? —Insistí—. ¿No quieres hablar?

El chico se puso de pie, sin decir nada ni mirar a nadie, parecía como si en sus entrañas algo le estuviera consumiendo desde dentro. Se dirigió hacia la pared en donde comenzó a golpearse la cabeza contra el muro, cada vez más fuerte hasta que la sangre brotó de la frente.

Mi mente se bloqueó en ese momento. Hubo una especie de zumbido agudo que me colapsó los oídos. El resto de los chicos se alteraron al ver la escena y arremetieron contra los enfermeros que llegaron para atender la situación. Sedaron al chico y al resto del grupo. Luego se los llevaron a sus habitaciones. Yo no supe que hacer, me quedé inmóvil.

Creo que, después de esto nada volverá a ser igual que antes. No debí hacer esto para empezar, me siento nada a la mitad de la nada.

Siempre tuyo, Dante.

23 de marzo del 2018.

Después lo que te conté en la carta anterior, decidí despejar la mente y me alejé sin decírselo a nadie. El resto de los médicos me veían esperando que yo pudiera emitir algún dictamen de que fue lo que ocurrió aquél día, pero yo seguía atrapado en el recuerdo de ese chico, en sus acciones. Me sentía como un fracasado, y ante los ojos de todo el mundo… Lo era.

Conduje el auto un par de calles lejos del hospital, y me encontré con el café antiguo que solíamos visitar ¿Lo recuerdas? El de la casa de los pájaros, ese bonito lugar oculto entre las tiendas de accesorios chinos y comida japonesa. Era tu lugar favorito por qué parece que el tiempo se detuvo ahí, la música ochentera, la televisión sobre la repisa (justo encima de la barra), las sillas y mesas que se parecían al de las cafeterías americanas. Pero lo que más te gustaba era mirar por la ventana como se extendía un gran árbol justo en el jardín, y de entre sus ramas colgaban decenas de jaulas con pájaros dentro que cantaban hermosas melodías. La tradición del lugar era liberar un pájaro justo cuando sus alas sanaran, y tú y yo queríamos hacer eso, pero nunca ocurrió ya que te fuiste sin cumplir ese deseo.

Sentí un impulso fuerte en el pecho. Fui hasta el jardín para prestar atención a cualquiera de las jaulas más cercanas y liberar a uno de los pájaros.

—Parece que ese ya está listo para ser liberado —me dijo un anciano que se encontraba de pie en la puerta. Señaló con el dedo una jaula cercana a mi brazo derecho.

Miré dentro de la jaula. Ahí se encontraban revoloteando un grupo de pájaros bien vivos. Abrí la puerta y metí la mano para tomar al más pequeño y dejar que batiera las alas por sí solo. Emprendió el vuelo entre las ramas, y enseguida el resto de los pájaros salió también (dejé la puerta de la jaula abierta).

Me sentí culpable, pero el anciano solo se echó a reír de lo que había pasado. Y me dijo:

—El resto hará lo que el primero se atreva a hacer, incluso ignorando que haya algunas barreras.

—¿Por qué tiene estos pájaros encerrados en estas jaulas si luego va a liberarlos?

—Los compro. Los traigo aquí para curar algunas heridas y luego dejo que mis clientes los dejen ir. Nadie puede vivir encerrado para siempre, y estas criaturas nos enseñan eso, podrá existir una jaula que los mantenga prisioneros, pero si ves la puerta abierta desde luego que debes volar.

Esas palabras estuvieron en mi mente durante los siguientes días en los que tuve sesiones privadas con los chicos y examinar sus condiciones mentales, pero en esta ocasión las sesiones fueron de manera individual y por separado.

Intenté ser otra persona para entender el origen de su dolor, por qué entendí que detrás de cada condición se encontraba una persona gritando y pidiendo ayuda. Y después de un tiempo, tenía una conclusión respecto a sus enfermedades mentales, por ejemplo: Mel tiene un trastorno de bipolaridad severo, en un momento quiere cooperar y al siguiente tiene arranques de ira o simplemente se echa a llorar; Miguel es un poco tímido pero juntos logramos avanzar en su tratamiento, habla un poco más desde la última vez, padece estrés postraumático; Ri, en realidad se llama Ariana (aunque detesta su nombre por lo que ha pasado en su pasado), padece depresión, cree que el mundo estará a salvo si continúa aquí, dentro del hospital, ha abierto su corazón conmigo y pudo explicar sus miedos y pesadillas. Y finalmente, el último chico, no ha hablado nada, su expediente clínico indica que padece un trastorno de ansiedad severo, y tiene el síndrome del espectro autista (Asperger). Es difícil ya que la única manera en que se comunica conmigo es a través de los libros que lee, aunque eso no me ayuda mucho.

Siempre tuyo, Dante.

11 de abril del 2018.

Lo había estado pensando desde la última vez. Y no me atrevía a decirte que, después de todo, lo que tengo no esta tan mal. Supe que Ri (Ariana) tuvo depresión crónica después del abandono de su esposo, un joven pandillero de su colonia. La dejo en el abandono y huyó con otra chica más joven y bonita, aunque debo decirte que Ri es una chica guapa también. La desesperación la llevo a querer suicidarse junto con su hija. La abuela llegó justo a tiempo para evitar la tragedia y le quitaron a la niña, la acusaron de abuso de sustancias nocivas y de ser mentalmente inestable para hacerse cargo de sus responsabilidades y terminó en este lugar. Lleva un año encerrada en el hospital, sin poder ver a su hija. Y no hay un solo día en el que no la vea escribir notitas para ella. Un día me mostró una foto de la pequeña, y puedo decirte que es la niña más bonita que jamás haya visto.

Luego, Miguel es quizá el chico que más progreso ha tenido en las sesiones individuales. Es hijo único, vivía con su abuela, su madre y un tío; siempre ha sido un joven muy callado, su padre era un hombre drogadicto que jamás supo que tuvo un hijo por qué su madre prefirió criarlo sola ante el temor de que éste fuera un mal ejemplo para él. Pero la madre de Miguel tuvo que trabajar para sacarlo adelante y lo dejo al cuidado de su abuela quién siempre tuvo un mal genio para todo y lo ponía a hacer trabajos duros para hacerlo «hombre». Miguel no tolera el ruido del mundo exterior, siempre ha preferido estar encerrado en su cuarto, en silencio. No tiene amigos. Tiene miedos como cualquiera, pero especialmente teme de la compañía de su tío. Seguramente lo que has imaginado es tan acertado.

He buscado la dirección de la hija de Ri, me comuniqué con algunos parientes, y después de una lucha en contra de los prejuicios, logré que la pequeña escribiera una carta para su madre.

Te hubiera encantado conocerlos, son chicos extraordinarios.

Siempre tuyo, Dante.

26 de abril del 2018.

Han pasado muchas cosas desde la última carta. Mi vida ha cambiado demasiado desde que te fuiste, y poco a poco he enfrentado esa soledad. La casa se encuentra demasiado sola y en silencio.

Hacen falta tus pinturas en las paredes y ese rico olor al barniz y al óleo en el aire. Sé que en algún momento te mencioné que detestaba ese olor por nuestra casa, pero después de un tiempo entendí que no valoramos lo que tenemos hasta que un día simplemente ya no está.

Eso me recuerda a la charla que tuve con Mel (en realidad se llama Melanie, pero también odia su nombre). Es hija única, su madre tiene cáncer y de vez en cuando se levanta de la cama que la tiene prisionera para poder ayudar a Mel. Sus abuelos se hacen cargo de ella y de algunas responsabilidades como las del colegio, aunque eso no ayuda mucho, y si te soy sincero, creo que en el fondo está sufriendo y teme quedarse sola cuando su madre fallezca. Puedo entender esa parte ya que la sensación de perder alguien a quien amas, es quizá como si te quitaran una parte del cuerpo y el dolor permaneciera ahí por mucho tiempo. Cuando tú te fuiste, fue tan rápido que apenas si pude entender lo que sucedía; sin embargo, con Mel, ver como lentamente su madre se aleja de la vida, debe de ser más desgarrador.

Y la otra parte de la perdida, está el chico tímido del asperger. Por fin pudimos hablar un poco el otro día y me dijo su nombre. Se llama Alex. Era mejor amigo del chico que se suicidó un día antes de venir al hospital psiquiátrico. Es un poco inestable, puedo estar desarrollando una charla amena con él, y al siguiente esa confianza se esfuma por completo. Es el caso más difícil del que tenga memoria, pero si estuvieras aquí, te aseguro que te hubiera encantado charlar con él. Siempre tiene algo bueno por contar, aunque sea solo por un momento.

Lo bueno de todo esto, pude encontrar la dirección de la madre de Mel; el cáncer que padece esta bastante avanzado, entonces se me ocurrió contactar a mi viejo colega Alejandro Aguilar, ¿lo recuerdas? El tipo que nos enseñó los pasos de baile antes de nuestra boda. Estoy seguro de que el podrá hacer algo.

Siempre tuyo, Dante.

18 de mayo del 2018. 

Nunca tengo idea de lo que hago hasta que enfrento las consecuencias. Buenas o malas, ya no lo sé. Solo son reacciones implícitas de las acciones, si es buena o mala, depende de uno mismo la cara que le pongamos a ese resultado. Lo que me hace pensar en lo que pasó en las últimas semanas; fue un proceso duro y desgastante abogar por los cuatro chicos extraordinarios con los que he convivido en los últimos meses, después de todo, creo que soy yo el que aprendió más de ellos que ellos de mí y eso es extraño ¿no crees? Debía apoyarlos a superar sus traumas, miedos y pesadillas y todavía no lograba sanar sus almas del dolor que traían encima.

Ya comenzamos con sesiones grupales de nuevo en lo que llamamos El Club, y nos enfocamos a hablar de cualquier cosa, ya ni siquiera de nuestros problemas, si no de aquello que hay en nuestro interior. Por lo que, avanzado en el tema de la terapia, le entregué a cada chico un fragmento de vida que les ayudará a recordar la suya.

Al cabo de un tiempo, las sesiones habían progresado bastante. Parece que la carta de la hija de Ri le devolvió la esperanza que necesitaba para curarse; o el video de la madre de Mel, en recuperación, mostrando su fortaleza para ser ejemplo para su hija.

Después de un tiempo, decidí dejar ir a los chicos a casa. Estábamos trabajando para sanar lo que hay en sus mentes, pero olvidamos que también sus familias sufrían por ellos y por las intenciones de renunciar a vivir. El daño que dejaron en sus hogares fue irreparable también.

Una tarde nos reunimos en el mismo salón de siempre, donde los conocí por primera vez y les di la noticia.

—Hoy se irán a casa —les dije—. Es hora de volver a recuperar sus vidas.

Se quedaron en silencio, sin poder reaccionar a mis últimas palabras, y pensé que tendrían algún colapso mental del que no estaban preparados Al principio creyeron que era una broma mía, pero tú conoces mi sentido del humor, soy malo para eso.

—No. No es ninguna broma —insistí—. En estas últimas semanas hemos trabajado muy duro para que se integren a sus vidas y creo que es tiempo de que cada uno vaya recuperar la suya. Encuentren el verdadero significado de “vivir” por qué aquí dentro, en este lugar, no hallaran lo que necesitan.

Me propuse dejarlos ir, después de tanto, después de todo lo que había visto en los meses anteriores. Esa tarde de la noticia, coloqué cuatro expedientes sobre el escritorio, uno por cada chico (con su nombre escrito sobre la portada). Y dije, en tono serio:

—En cada uno —señalé los expedientes— se encuentra la respuesta a sus problemas. Cuando encuentren qué significa VIVIR, podrán leer todos los secretos de sí mismos, incluso los que no sabían que tenían.

Ese argumento pareció animarlos bastante, hasta Alex sonrió un poco. Y, por un precioso instante, todo pareció perfecto, aunque todavía prevalecía el miedo en sus miradas ¿Cómo debían volver con sus familias después de tanto tiempo fuera? ¿Cómo enfrentarían de nuevo el lugar que los hizo tomar malas decisiones en el pasado? No hay respuestas, simplemente había que buscar más posibilidades y menos justificaciones.

Siempre tuyo, Dante.

28 de mayo del 2018. 

Después de un tiempo todo queda en el lugar que le corresponde. Me ha valido un par de meses entender todo el proceso que significa que ya no estés aquí, esa extraña sensación de vacío y de pérdida que no se asimila en un día, en un mes, y no sé si en un par de años. Lo mismo me ha ocurrido con los cuatro chicos extraordinarios, hace ya un par de semanas que se fueron a casa, con sus familias, y todavía parece estar presente en mi mente parte de la locura que es de ellos. Hemos acordado vernos dos veces al mes, en una casa que he rentado especialmente para nuestras reuniones y continuar con El Club.

La primera reunión fue un tanto difícil ya que los chicos apenas se acostumbraban a retomar sus vidas, ver a sus familias e incorporarse al colegio. Mel y Miguel estudian en la misma escuela preparatoria; me han contado que incluso hay materias que les parecen muy interesantes y que poco a poco han estado haciendo amigos, incluso hay un chico con el que Mel ha estado saliendo.

Por otro lado, Alex ha visto a su familia con mucho entusiasmo, aunque en las reuniones prefiere no hablar mucho del tema de la escuela o de sus amigos, o de sus padres. Sé que vive con su padrastro y su mamá y un par de hermanos menores; una vez me contó que desea escribir novelas de romance pero que nunca ha sentido el amor para poder hacerlo. Y finalmente, Ri, no ha podido acercarse a su hija ya que lo tiene prohibido; ha encontrado un buen trabajo como mesera y cantante en un popular restaurante de la zona de la Villa de El Arenal.

Al menos, por el momento, la recuperación parece tener un buen camino; sin embargo, también temo que esto no funcione del todo y… Ya sabes, pueda ocurrir algo más.

Siempre tuyo, Dante.

15 de junio del 2018. 

Han pasado dos o tres reuniones con los chicos, la verdad es que he perdido la cuenta. Debo viajar hasta la ciudad de Pachuca, Hidalgo, un par de veces por semana debido a algunas complicaciones que ha tenido Alex con su asperger y la forma de comunicar lo que siente hacia su familia. Me hace pensar si lo que he hecho es lo correcto acerca de dejar que vuelvan a sus hogares; sin embargo, veo la ilusión en Mel con el chico con el que está saliendo, la valentía de Miguel y la resistencia de Ri, que es cuando me doy cuenta de que esto es lo correcto. Si hubiera llegado un día antes, tal vez el otro chico que se suicidó, Yoss, también seguiría con vida.

Siempre tuyo, Dante.

18 de julio del 2018.

No recuerdo cuando fue mi última carta. Debo ponerme al corriente contigo en eso. Pero el último mes no fue sencillo después de la serie de problemas que se desataron con los chicos. En la última reunión que tuvimos hablamos sobre el avance en sus respectivas vidas, todo parecía ir bastante bien hasta que Alex por fin decidió hablar sobre lo que sentía estando fuera del hospital psiquiátrico y explicó que esto también era una terapia para mí ya que mi esposa había fallecido meses atrás.  No sé todavía cómo lo supo, es un joven muy brillante.

Algunas palabras tienen el don de reparar los daños y casi al mismo tiempo, volver a recuperar el estado de ánimo, pero este no fue el caso. Tal vez, durante las reuniones también debí decirles que, mi esposa falleció el día de la Luna de Miel, y es ese mismo dolor lo que me trajo hasta este hospital, para tratar mi pérdida con ellos.

Me gritaron en la cara que, entonces solo eran un grupo experimental para sanar mi dolor por tu partida, por tu fallecimiento. Y la rabia me inundó en ese momento, no por los chicos, sino porque en el fondo tienen razón; en el fondo no he superado tu ausencia y despierto todos los días imaginando que todavía estás aquí, pero ya no estás. Y nunca más lo harás, porque tú ya estas muerta.

Mi grupo de chicos extraordinarios partieron con decepción ese día. No volví a saber de ellos en un par de semanas temiendo que, el trabajo que habíamos logrado se fuera a la basura en tan poco tiempo.  A veces no sabemos el verdadero valor de un momento, o de una persona, hasta que se convierte en memoria.

Siempre tuyo, Dante

29 de julio del 2018. 

Todo este asunto ha estado dando vueltas por mi mente. He estado intentando volver a la rutina, y todos en el hospital psiquiátrico consideran que mi terapia había sido bastante exitosa con las sesiones, pero la única realidad es que, solo me estaba ayudando a mí mismo.

Recuerdo que alguna vez hablamos sobre esto. Sobre la muerte. Y lo que sucedería si alguno de nosotros llegaba a morir antes, pero en ese momento todo parecía tan distante. Imaginábamos una vida juntos, hasta que la muerte nos separe.

—Hasta que la muerte nos separé —repetimos aquella tarde, en el altar, cuando nos juramos amor eterno.

Y ahora estoy aquí, recordándote, llorando tu partida, después de nueve meses. Y grité, y grité tu nombre por toda la casa, intentando buscar tu voz, el olor a pintura, o al dulce aroma de tu cabello, pero ya no estás aquí. Y debo meterme eso en la cabeza.

Haz muerto. Y ya no estás aquí.

Las lágrimas volvieron a brotar.

Esa tarde estuve en nuestra casa, en silencio, escuchando a la nada, hasta que el teléfono timbró. Mi trance se interrumpió por una llamada de los padres de Alex quienes se comunicaron conmigo para que pudiera viajar a la Ciudad de Pachuca sin contratiempo.

Resulta que Alex tuvo una crisis en el colegio (si, por fin estaba intentándolo), pero pronto se vería inmerso en un problema cuando algo vino a su mente y se encerró en un armario; los estudiantes y maestros se alarmaron tanto que llamaron a sus padres ante el temor de que pudiera hacerse daño. Al menos, cuando yo llegué, pude verlo más sereno, pero mi presencia lo alteró bastante, corrió hacia mí y me abrazó con tal fuerza que casi siento mis pulmones deshacerse.

Y lloró. Lloró como nunca antes lo había hecho, o siquiera como nunca antes le hubiera visto.

—Yo lo maté, Dante. Fui yo —me decía.

—Tranquilo. ¿Quieres hablar de eso? —Respondí, intentando calmar la situación.

—Yo lo maté. Fue culpa mía que Yoss se suicidara.

2 de agosto del 2018. 

Desde la última carta han transcurrido una serie de eventos que me han tenido al borde de un colapso mental. He intentado acercarme a los otros chicos para asegurarme de que el avance en su terapia sea progresivo, pero me ha sido difícil controlar la situación. Ni siquiera el director del hospital sabe que me han rechazado para atenderles en su terapia, es decir, que están solos deambulando por el mundo sin control alguno.

Toda la idea de dejarlos ir ha sido un completo caos. Si estuvieras aquí, estoy seguro de que sabrías que hacer.

El otro lado del equipo, Alex regresó al hospital para una recuperación de un par de semanas más después de lo que corrió aquel día y finalmente pudo hablar de lo que pasó. Solamente estoy consciente de que Yoss se quitó la vida por voluntad propia, pero Alex se siente culpable por eso ya que eran mejores amigos antes de ese acontecimiento, ¿Por qué? Ha sido más complejo de poder tratar, incluso creo que, de haber llegado un poco antes, tal vez él seguiría con vida.

—Él era mi mejor amigo —me decía—, y no pude salvarlo.

—¿Quieres contarme lo que ocurrió?

En lugar de eso, me dio una dirección en la que podría encontrar la respuesta a todo lo que necesitaba saber. Y medité durante toda la noche la idea de viajar hasta ese lugar solo para saber por qué Yoss se había quitado la vida, si Alex era su mejor amigo, pero es cierto. Jamás supe de la familia de ese chico, quiénes eran ni a que se dedicaban, ¿había alguna conexión con su suicidio? ¿Qué tenía que ver con la inestabilidad de Alex?

Esa mañana conduje durante algunas horas hasta el Estado de Hidalgo, específicamente hasta el poblado de El Arenal, un pintoresco pueblo sobre la carretera México-Laredo, te habría encantado conocerlo. Es como si el tiempo se detuviera precisamente en ese lugar y dejara entrever el calor del verano que cobija el árido pueblo.

Cuando llamé a la puerta, una mujer me atendió. Entonces estaba seguro de que se trataba de la madre de Yoss. Parecía bastante tranquila a pesar de que el chico había muerto apenas unos meses atrás, y la intriga sobre el suicidio creció más, ¿será acaso que era eso lo que su propia madre quería?

—Se perfectamente quien es usted —me dijo, cuando intenté presentarme ante ella—, conozco a la gente de ese hospital y usted luce como uno de ellos.

—No quiero molestarla —respondí, inquieto—, simplemente…

—¿Viene a aclararme porque mi hijo se suicidó? —Interrumpe.

—No. No, realmente no es eso a lo que he venido…

—No veo cual es el motivo de su visita. Ya se lo he dicho muchas veces a cuanta gente ha venido de ese lugar para ofrecer su apoyo, pero le diré lo mismo de siempre: MI HIJO ESTÁ MUERTO, Y ME GUSTARÍA QUE LO DEJARAN DESCANSAR EN PAZ —en ese momento sentí que su voz se quebró.

—Sé lo que está sintiendo. Y lo juro. Por qué yo estoy sintiendo lo mismo.

Y no mentía. El dolor en sus palabras, cuando reconoció que pertenecía al hospital psiquiátrico en el que estuvo internado su hijo, era como revivir una vez más a Yoss.

—Pero ahora hay un chico más que puede hacer lo mismo. Y no quiero que tome ese camino —intenté calmarla con mis palabras—. Siento tanto la pérdida de su hijo, Señora…

—Mi nombre es Gloria —dijo.

—Señora Gloria —dije.

—Esto es un poco… raro, pero mi Yoshi era diferente. Diferente a los otros chicos. Siempre lo supe, incluso cuando estaba en mi vientre. Su padre nos abandonó cuando él apenas tenía dos años, ¿Qué le puedo decir al respecto? Se fue con un hombre joven y apuesto.

Mi cuerpo se tensó. Estaba seguro de la dirección en la que iba la conversión.

—Siempre me aseguré que Yoss creciera bien, pero necesitaba de un padre que cuidara de él cuando yo no podía hacerlo, ni hablarle de cosas de hombres, usted me entiende ¿verdad?

Asentí con la cabeza.

—Pero tampoco podía ocultarle la verdad sobre su padre. Y creo que, él se suicidó por culpa mía, no pude garantizar que tuviera una vida plena, lejos de los males de este mundo. Creció tan lleno de odio por culpa mía, y luego se refugió en las drogas y no pude hacer más por él; finalmente el internamiento se debió a su rechazo a las personas que eran como su padre cuando intentó moler a golpes a un chico homosexual en el colegio.

La mujer se quebró en ese momento. La culpa en su rostro era notoria.

—Hay un chico de nombre Alex en el hospital psiquiátrico, ¿ese nombre le suena?

Ella negó con la cabeza.

Aún hay una parte de la historia que parece incompleta, ¿verdad? Y hay algo que Alex aún no termina de decirme, y esa pieza es importante para ayudar a sanarlo de su enfermedad.

Siempre tuyo, Dante.

9 de agosto del 2018. 

Esta mañana recibí una llamada de parte de Ri, se encontraba sola en su departamento, se escuchaba bastante mal; lloraba  sin control y parecía encontrarse en un shock mental en el que estaba inmersa entre consumir drogas y no hacerlo. Tuve que llamar a la policía porque estaba seguro de que podría ocurrir algo más, y luego de eso, Ri regresó al hospital para continuar su internamiento desde dentro, pero algunos especialistas consideraban que ya no era prudente hacer nada por ella, sino enviarlo a otro lugar donde pudiera tener un mejor tratamiento pues el suicidio ya había sido “curado” en se lugar.

Después de todo lo que escuché en una de esas reuniones donde ya no era un profesional por las constantes fallas con los chicos, supe que ya no estaba en el lugar correcto. La serie de eventos extraordinarios a los que me había sometido habían quitado mis pies de la realidad.

Justo en ese momento, decidí presentar mi renuncia ante el director del hospital psiquiátrico. Ya no podía hacer más por nadie y envíe una carta a los padres de los chicos que estaban internos en este lugar, pero nadie respondió a mi llamado, aunque tampoco esperaba que lo hicieron después del desastre que ocasioné.

Esa misma tarde, antes de abandonar el lugar visité a Alex para despedirme y tal vez darle algunas palabras que puedan ayudarlo a sanar.

—No me siento enfermo, Dante —me dijo.

Y tiene razón, las enfermedades mentales no son como que se pudieran contagiar igual que una gripa. Tenía razón el joven. Jamás estuvieron enfermos por que no había nada malo con ellos.

—Pero antes de marcharme, me gustaría saber que ocurrió con Yoss. Conozco la versión de su madre, pero aún me falta saber la tuya —comenté.

—Soy el único que vio la humanidad en sus ojos cuando nadie más lo hizo en este lugar, Dante. A veces solo es necesario mirar más allá de lo que proyectamos. Y Yoss era eso, un ser humano extraordinario con un caos en su cabeza.

Sonreí un poco ante su comentario. ¿De verdad se está escuchando así mismo? Porque si es así, es exactamente lo que hemos estado tratando de solucionar.

Luego su voz se quebró, como yo a veces cuando hablo del día en que te perdí.

—Y nadie pudo ayudarlo, pero de alguna manera nuestras almas se conectaron, tal vez porque nadie entendía el dolor que sentíamos. Y sucedió tan rápido. Un segundo era mi mejor amigo, al siguiente necesitaba de él, verlo y estar con él y no soltarlo. Y luego… —llevó ambos dedos índice y medio a sus labios, y suavemente acaricio su boca y entornó lo ojos—, se suicidó.

—Me alegro que ahora hables más —terminé diciendo.

Él sonrió. Una sonrisa verdadera y no fingida. Y creo que después de eso, hice un buen trabajo.

Siempre tuyo, Dante.

25 de agosto del 2018. 

Después de un tiempo todo comenzaba a volver a la normalidad. Empaqué un par de cosas tuyas en unas cajas, no para deshacerme de ellas, sino para guardarlas en el armario. El verdadero recuerdo de ti se encuentra en mi memoria.

También, Mazapán, volvió el otro día. Resulta que es mamá de una bonita camada de gatitos bebés a los que arropé y cuidé durante un tiempo. Ahora el gato duerme conmigo y descubrí que, incluso mi alergia solo estaba en mi mente.   

Con el tiempo, visité a Ri y me contó que cuando supo que ya no sería su doctor principal, se esforzó por estar bien y recuperarse lo antes posible para abandonar ese lugar. Con el tiempo logró ser el sinónimo de recuperación más exitoso del que haya registro.

—Por usted, Doctor Dante —dijo, en una de esas charlas ocasionales.

—No hice nada. Fuiste tú misma —respondí.

Ahora ya convive con su hija por periodos de tiempo más largos. Es una niña encantadora, te hubiera gustado conocerla. La primera vez que hablé con la chica, le llevé el expediente con su nombre y prometió leer los secretos acerca de lo que verdaderamente significa vivir, aunque creo que ella ya encontró la razón para hacerlo. Vive cómodamente en un departamento que paga con su trabajo, y por las tardes está estudiando la licenciatura en pedagogía.

Por otro lado, Miguel fue más duro conmigo ya que confiaba en mí, y en cierto modo, fallé al haber ocultado también mi dolor. Después de todo, no somos tan diferentes, también había mucho que curar.

—Por usted, Señor Dante —dijo, en alguna ocasión que tuve la oportunidad de visitarlo en su casa.

—No. Siempre es por ti —respondí—, siempre fuiste el que más avance tenía en las pláticas grupales, me preocupaba no visitarte, pero estoy seguro de que no me necesitabas.

Le entregué su expediente con su nombre, y lo rechazó; después de todo, me dijo que su madre le hacía recordar la razón verdadera para seguir aquí, con vida, con ella, con su familia, y que ningún texto sabría ese significado. Esta por graduarse el siguiente año, y con suerte, estaría invitado si seguía cerca.

Siempre tuyo, Dante.

15 de septiembre del 2018.

Ha pasado ya un buen tiempo desde que te fuiste, y no ha habido un solo día en el que no recuerde cada promesa tuya, sueños por emprender o planes por realizar. Te fuiste antes de tiempo, antes de todo. Extraño cada parte de eso porque no se olvida en un día, un mes o un año. Pero he sobrevivido a eso con una marea de circunstancias que necesitaba para darme cuenta de que, en realidad, mi vida no está tan mal considerando que hay más gente allá afuera con situaciones peores a las mías. Y claro, no puedo dejar que el dolor me consuma.

En el último mes, visité a Mel para asegurarme de que todo estuviera bien con ella y lo cierto es que, lo está. Su madre se recupera con la misma fuerza que su hija, y al igual que Miguel, está por graduarse el siguiente año. El chico con el que Mel salía, se convirtió también en su gran apoyo para ella. Parece feliz después de todo. ¿Por qué no sería así? Es igual de normal que cualquiera, excepto por que es extraordinaria y eso, en cierto modo, la hace distinta.

—Quiero entregarte esto —le mostré el expediente—, por si alguna vez necesitas leerlo con calma.

—Gracias, Dante, pero creo que después de todo si encontré el significado de “VIVIR”; mi madre luchando contra el cáncer, por mí, fue la prueba más ferviente de que eso era el significado real.

Y me abrazó. Supe que todo estaría bien con ella, era una chica con mucha resistencia después de todo.

La otra parte del grupo, el chico Alex, resultó que empezó a escribir su primera novela (ya muero por leerla), de vez en cuando es víctima de los ataques de ansiedad que seguirán con él toda la vida; sin embargo, me enseñó lo más valioso, y eso fue aprender a vivir con tus propios demonios. Después de todo este tiempo, creo que fue el más valiente por enfrentarse a sí mismo todo el tiempo.

Algún día nos volveremos a reunir los cinco para hablar de eventos extraordinarios, pero mientras eso sucede, están viviendo sus propias vidas.  Al cabo de un tiempo, me pidió a acompañarlo al cementerio a dejar flores al lugar donde descansaba Yoss, por si en aquel lugar tenía un colapso mental, pero no fue así. No lloró, pero estoy seguro de que le estaba doliendo lo que sucedió, lo sé, porque yo pasaba por situaciones similares.

Después de eso, volvió a casa y prometió vivir su vida en honor a quien no pudo hacerlo. En ese momento supe que todo estaría bien con él y no había nada de qué preocuparse ahora.

No sé si yo volveré a escribir una carta, tal vez esté ocupado viviendo mi propia vida y aprendiendo a lidiar conmigo mismo (que es la batalla más importante que debo hacer). Mientras eso sucede, el tiempo que me regalaste fue el más hermoso.

Sé que nos veremos en la siguiente vida donde podré verte de nuevo.  Seguimos siendo el mismo polvo de estrellas, al final de cuentas, y estamos regados en este universo, aprendiendo a coexistir con todo lo demás.

Y una cosa es segura, la vida jamás había sido tan bella.


Alexis Lozano Tapia. Del Municipio de El Arenal, Estado de Hidalgo. Es estudiante de la Licenciatura en Derecho en el Centro Hidalguense de Estudios Superiores y se ha destacado por ser docente en la preparatoria Luis Enrique Erro; en el Centro de Estudios Universitarios Moyocoyani; en el colegio Cebayus, y actualmente es docente en el Instituto Hidalguense para la Capacitación Profesional; así como instructor comunitario en el Consejo Nacional de Fomento Educativo.

Es escritor y compositor, destacando su participación en certámenes como el Premio Ariadna de Cuento 2019 y 2020, donde resultó finalista y sus obras fueron publicadas; finalista del concurso de Editorial Librerio, «Teorías Virus 2020»; Así mismo, es ganador del Premio Estatal «Hidalgo en Tintas» 2019. Y coautor del libro “Tlaxcala tiene la palabra”.

Ha escrito para la revista digital Quinto Poder y Cisne.

Se ha destacado en la oratoria, siendo campeón estatal de este arte en el concurso estatal de Oratoria “México Tiene la palabra” y representante del Estado de Hidalgo en el concurso nacional de Oratoria “Tlaxcala 2020; así mismo es campeón estatal de Debate Político 2020 por el Instituto Hidalguense de la Juventud.