OLVIDAS LA MÍSTICA COMALA

I

Olvidas la mística Comala,

porque la calle te pronuncia el eco de una mentira blanca.

Porque el puente de la calle Progreso te desangra en llanto

y en los cimientos alcanzaste a distinguir la parte más fuerte de tu fémur.

 

Es Comala mística, por el aroma del pan y del pan de la muerte.

Tus barrancos son la caja de resonancia para que se multiplique el canto.

Comala mística, donde la piedra educa los ritmos del fuego.

Comala de memoria,

donde recuerdas una legión de cristeros

repartiéndose la gracia de dios entre las balas.

 

Y recuerdas,

y nace el silencio como un arma blanca

y penetra en la piel de quien lo escucha.

Mas nunca una sola palabra.

Mas nunca el eco de la nunca palabra.

 

Todo nos los enseñan los muertos,

incluso,

a vivir.

 

Dicen que aprendemos, a diario, un dialecto de la muerte.

Que nos quemamos en el fuego y lo llamamos día,

que necesitamos la sal porque que es la simple nostalgia del origen;

que Comala es una noche inolvidable del alma;

que es la raza negra de la zafra,

que sólo en sus aljibes del tiempo la vida es agua.

 

Porque olvidas, que los patios son la parte sagrada de estas casas,

que los ojos viven menos en este pueblo de reverberaciones blancas.

Porque olvidas,

que aquí se mira a las campanas por respeto al señor del tiempo.

Al señor del alba.

 

Nunca habrá un museo más grande que la memoria herida.

Nunca un cementerio más grande

que unos ojos que no han llorado.

 

Comala: eres la canción más lenta que puede pronunciar un cuerpo.

Ayer un paso fue un siglo donde quedaron grabados

la sonrisa de la piedra y los mensajes del silencio.

Eres el eco.

Eres los pasos.

Eres los pasos en el eco,

nada parecido a caminar entre las palabras

con las palabras que aprendieron la nostalgia del fuego.

 

Caminar aquí a las tres de la mañana:

eso es un poema:

caminar tres veces las tres de la nostalgia.

 

Esta es la Comala que trasgrede a los personajes

y los convierte en el beso de la realidad.

Aquí a la ficción se le llama por su nombre y los niños tienen miedo.

Aquí los niños están enjarrados en el puente, o perdidos en el túnel

o alzan la mirada hacia la espada de San Miguel

en espera de que ésta no les caiga como sentencia.

 

Los adultos, en cambio, dedican religiosamente ocho horas diarias a la muerte.

Los ancianos toman una silla y salen a calcinar la tarde,

doran las palabras para que nadie se vaya a la cama

con el estómago vacío.

 

Nunca habrá un museo más grande que la memoria herida.

Nunca un cementerio más grande

que unos ojos que no han llorado.

 

Esta es la Comala que olvidamos, porque ya no somos habitantes del mito.

Porque ya nuestros cuerpos desnudos no tocan el río.

Piensa, tú:

¿cuándo fue la última vez que la piel y el agua le hicieron el amor a tu infancia?

Es que ya no somos habitantes del mito,

porque somos maíz que no se ha dado cuenta que es fruto.

 

Esta es la Comala a la que regresamos

aunque estemos vivos,

con el permiso del pan,

con el permiso del café,

sencilla agua de volcán.

Con el permiso de la gente,

de la que aprendimos a dudar de su existencia.

 

Esta es Comala, y quiero decirte a secretos

dónde está la memoria de los cargadores de leña,

y dónde los caminos que bajaban del Nevado

para traer el hielo a este infierno bienvenido.

 

Quiero que me cuentes tú, con tus ojos, cómo la luna brilla más aquí

y si brillaba así antes de que el color árabe se impregnara en estas paredes

como un aliento definitivo.

 

Quiero que me cuentes la historia del comal más antiguo

y me digas si está enterrado

o lo llevamos todos en el nombre o en las venas.

 

II

 

Aquí es Comala, repitan conmigo:

Hemos regresado a Comala de los muertos.

Hemos regresado vivos a Comala de los muertos.

Somos habitantes de Comala.

Todos somos hijos de esta tierra.

Somos hijos de la historia de esta tierra.

 

Todos somos hijos de Comala.

 

 

Poema escrito para el 6º. Festival Cultural Mítica Comala:

Las raíces del Llano, 2017

 


Miguel Ángel León Govea (Colima, 1985). Es poeta y profesor de humanidades. En su próxima vida decidió ser pianista.