Reseña del libro ¿Te veré en el desayuno? de Guillermo Fadanelli

 

Quizá llega el momento en que cualquier ser humano debe decidir entre morir solo o acompañado. En esta segunda edición 2009 que Almadía hace de la novela ¿Te veré en el desayuno? de Guillemo Fadanelli podemos leer la vida de cuatro personajes inmersos en una gran ciudad. Dos hombres solitarios que han dejado pasar el amor y que al llegar a los cuarenta se dan cuenta de que no quieren morir solos. Ulises y Adolfo, amigos desde la primaria, compañeros de la escolta, con un destino común, patético y solitario. Dos mujeres: Cristina una prostituta y Olivia una cristiana, ellas sin quererlo unirán sus vidas a estos hombres cuyo único triunfo reside en sobrevivir a esta jungla urbana, que para quienes vivimos en la ciudad de México, ya es mucho, es estoico en sobremanera. Aquí, labores cotidianas como sacar a pasear al perro o ir al Blockbuster a rentar películas representan arriesgar la integridad de cualquiera.

¿Qué será mejor? ¿Resignarse al mutismo de diario? ¿Envejecer en la misma casa, con el mismo perro viejo vomitando o vivir al lado de alguien sólo por compañía? Todos decidimos alguna vez cómo queremos vivir, cómo pasar el resto de nuestros días, quizá estas decisiones parecen inevitables para muchos al acercarse a los cuarenta. Esta crisis de la edad, se presenta en la novela, de hecho es el núcleo fundamental en torno al cual gira la narración; los protagonistas se ven presionados, ya no por la necesidad de formar una familia sino por el hecho de entrar a una vejez, la cual deciden vivir acompañados. Por eso, uno se aventura a casarse con una prostituta y otro, con una vecina víctima de violación que nunca lo amará.

La obra nos muestra los bajos fondos de una ciudad en la que se teme, se teme morir solo, se teme dejar pasar más tiempo y también se teme amar. Estos personajes están imposibilitados para el amor porque la ciudad les ha quitado la candidez pero a su vez les ha dado la capacidad para entender que finalmente acompañarse, es una forma de amarse y quererse aunque sólo sea por casualidad. La ciudad cobra vida y en sus actos caprichosos une a gente sin aficiones comunes, si Olivia no hubiese sufrido esa violación jamás viviría con Adolfo y si Ulises no fuera afecto a las putas jamás encontraría una pareja como Cristina.

Cuando uno se da cuenta ya está viviendo con alguien o haciendo algo que jamás planeo, sé que es muy cómodo culpar a la ciudad de todo pero la violencia y el sedentarismo citadino obligan a algunas personas a amar a alguien que no viva a más de una hora de distancia de casa, a ir al mismo mercado a comer en los mismos lugares y aunque la ciudad es grande en nuestra mente se achica para complacernos y protegernos, porque sólo así sobrevivimos al hastío y a la soledad. Fadanelli me hace pensar que los habitantes de esta gran urbe somos unos optimistas que a pesar del cielo gris vivimos, trabajamos e intentamos no hacer mal al prójimo, en la medida de lo posible. Aquí tenemos menos tiempo para juzgar al vecino, no nos importa si la esposa de otro es o no es un ejemplo de rectitud siempre y cuando no nos toque a la puerta, tampoco sabemos si el otro es malo o bueno, sólo estamos alertas a que no nos joda. La ciudad nos da la certeza de estar de paso por la vida porque con todos sus contrastes nos orilla a decidir si morimos solos o acompañados.


Yuliana Valle