Un diálogo con El bárbaro imaginario de Laënec Hurbon

Haití fue el primer país independiente de Latinoamérica en 1804. Su lucha trascendió a los demás pueblos colonizados. Su libertad representó un nuevo orden, una esperanza para el resto de las colonias. A partir de ese momento, historiadores, antropólogos, etnólogos e intelectuales se empeñaron en reafirmar la existencia del canibalismo, prácticas del vudú, hechicería y creación de zombis en esta nación caribeña. ¿De dónde vienen estos discursos?, ¿Cuáles son sus objetivos?, ¿Quién los emite y qué efectos tienen? Son las respuestas que ofrece el libro El bárbaro imaginario de Laënec Hurbon, cuyas posibilidades exceden a este pequeño análisis. No obstante, y en el ánimo de despertar curiosidad sobre este valioso texto, presentaré algunas de las inquietudes que su lectura avivó en mí.

La conquista de América despertó en la mente europea su curiosidad hacia lo desconocido y como empresa de espíritu medieval, fue también creadora de mitos en torno a los pobladores y su ser. Baste recordar el célebre debate sobre la humanidad de los indios sostenido entre Sepúlveda y De las Casas.

Desde que el hombre medieval emprende su lucha contra los demonios, hombres lobos, vampiros y brujas, principia una batalla con lo desconocido y lo temido. Una guerra contra ese otro al que por diferente es necesario exterminar. Movido por el miedo a los seres nocturnos, a sectas, cultos y en aras de la conservación de la fe y la hegemonía cristiana, el hombre del Medioevo, a través de la Iglesia Católica, comete crímenes y persecuciones, justificados por el Santo Oficio. Dichas atrocidades se van a extender a nuestro continente. Es pertinente recordar que las asechanzas, en muchas ocasiones, iban encaminadas a suprimir la ciencia, la libertad religiosa y el libre pensamiento.

Este miedo al otro puede traducirse también en un miedo a que ese otro nos arrebate el poder que creemos nuestro. El poder de gobernar o de pensar de determinada manera, sin tener que considerar al distinto.

Me interesa destacar en estas líneas la importancia de los discursos hegemónicos en la formación del otro y cómo construimos nuestra identidad frente al desconocido. Parto de la pregunta: ¿por qué el blanco no acepta que el negro puede gobernarse? Tengo varias respuestas:

1.-Porque aceptarlo, significaría perder poder. Recordemos que fue el discurso criollo el que más se aprovechó de la oposición de civilización-barbarie y en Haití este discurso encontraba cobijo en los planes políticos de los mulatos, que por su mezcla racial, se sentían superiores al resto de los haitianos.

2.-Si el otro (el negro) es un bárbaro, entonces requiere de mí (blanco) para civilizarle, para enseñarle cómo vivir y trabajar. Ésta fue la lógica dominante.

3.-Representaba la pérdida de una colonia.

4-. Porque si se aceptaba que unos negros podían primero independizarse y luego gobernarse, pronto todos los negros y los no negros querrían seguir el ejemplo.

Considero que éstos fueron algunos de los motivos por los que se generó un discurso condenatorio hacia las prácticas religiosas del pueblo y creo que al no poder comprobar la incapacidad de gobernarse de los haitianos se les sataniza, se crea un halo de misterio y una serie de textos y relatos en los que se afirma que sólo a través de prácticas oscuras, traídas de África, el negro es capaz de construir un nuevo sistema.

Durante la obra que analizamos, vemos también la atribución de la palabra caníbal al habitante caribeño. Su canibalismo, en muchos casos no comprobado, es suficiente para considerarlo salvaje, primitivo y esclavizarlo. Históricamente los estudiosos europeos, han sido quienes con mayor asiduidad retoman la figura del bárbaro en oposición a la del civilizado y tratan de descubrir qué proximidad existe entre ambos.

Con Montaigne el bárbaro es un incomprendido; en su ensayo “De los caníbales” lo presenta como un buen salvaje al estilo de Rosseau y señala que cada quien considera bárbaro lo que es ajeno a sus costumbres. Su posición es importante y al compararla con la de Chateaubriand vemos que ambos, de cierta manera, le otorgan a este personaje, un espíritu noble pero sin humanizarlo por completo. En la medida en que la religión llega, el salvaje va adquiriendo presencia humana. De acuerdo a Hurbon: según se ve, el salvaje sólo es bueno bajo su rostro de convertido, y sólo merece ser conocido una vez civilizado, una vez suprimido su carácter de extraño y su otredad.[1]

Animalizar al otro, barbarizarlo es una forma de decir: no puede, pobrecito requiere de mí, no ha llegado a un nivel de civilización adecuado y tengo que enseñarlo a vivir en un mundo de orden y luz. Esta atribución redentora esencialista va a prevalecer durante siglos, porque el conquistador difícilmente adquiere una fuerza de autocrítica para rechazar sus prejuicios de superioridad racial y ve en el otro, al diferente, un ser al que es necesario dominar y hasta esclavizar.

Ya Hurbon destacaba que en la mitología haitiana aparece un ser desconocido, ausente en el resto de las historias de seres sobrenaturales: el zombi. Un individuo sin voluntad que regresa de ultratumba para trabajar sin tregua al servicio de un sacerdote vudú o de un brujo. Me llama la atención cómo surge esta figura en el imaginario del esclavo, con la que creo, tiene una gran proximidad. El esclavo que genera a su vez un esclavo, una presencia zombi semi humana para que se encargue de todas esas labores impuestas, es decir, que vaya a trabajar por él.

Si el zombi existe o no, no es el problema aquí. Considero que este monstruo nuevo, íntimamente relacionado con el vudú, surge de la necesidad y del miedo de dejar de ser humano y ser obligado a servir a alguien con poder infinito sobre uno, sobre la voluntad de uno. ¿Por qué este temor? Entiendo que, aunque el negro ya era esclavo, teme perder su capacidad de raciocinio, teme que el amo domine además de su cuerpo, su mente. También considero que las interpretaciones y prejuicios en torno al tema se acrecentaron después de la independencia haitiana. Los discursos provenientes de la eterna oposición entre civilización y barbarie llevan a que el blanco crea que el negro bárbaro no puede, ni debe gobernarse, dado que sigue dedicado a los cultos siniestros. Para el blanco, sólo la magia puede explicar que el negro tenga el poder.

 

[1] Laënec Hurbon, El bárbaro imaginario, p.36

 

BIBLIOGRAFÍA
HURBON, Laënec, El bárbaro imaginario, México, FCE, 1993.


Yuliana Valle