Dos cuentos de Cristina Arreola Márquez.

Líbranos, señor

Este maldito zumbido que no cesa. Al primero de nosotros lo vi caer de la camioneta, como atraído por el viento que se rompía a nuestro paso; desde ese momento nadie emitió sonido, fue suficiente el crujir de un cráneo, la perforación oscura que se centró en la frente[ por la señal de la Santa Cruz], para lograr este mutismo.

Vimos volar al primero, desplomado luego del estruendo que lo liberó del martirio. Si hubiera podido adivinar el futuro yo también habría gritado, pero no fue así. Al segundo y tercero de nosotros los despedimos la primera noche, uno por múltiples violaciones y el otro al intentar defenderlo. De ahí en adelante fui perdiendo la cuenta, al principio tenía certeza del número de jóvenes que llegamos a este sitio, pero al paso de las horas y de los cañonazos, se me fue borrando incluso la idea de mi nombre.

Hoy llueve, lo sé por el barro que dejan las suelas de nuestros captores cuando entran por cada uno de nosotros, los que logramos mantener conciencia [¿o no?], la suficiente para permanecer callados y expectantes. Quizá hoy sea liberado, no puedo esperar el momento de volver a ver la luz y comer como hace días no lo hago.

Después del último grupo que aguarda en aquella esquina, seguro vendrán por mí. No veo la hora de despertar y apagar ese zumbido incesante. Avanzan.

Nuestros enemigos

Nos han dicho “cierren el pico, palomitas, y no probarán el cañón”. Aprendimos a gritar con la mirada. Vi la primer camioneta alejarse antes de sentir el fusil recargado sobre mi espalda. Amenazas. “Ya se los cargó la fregada, cabrones, arrécienle el paso o me los trueno”. Golpes. En nuestros captores he adivinado el vacío. Su rostro ya habita el limbo de los asesinados. Reflejan su enfrentamiento con el horror. Ambiente nauseabundo. Encerrados en un perpetuo cansancio.

Las llamas nos arropan. Hace horas que el frío dominó lo yerto. Ellos cargan la leña y nos agrupan. Míranos ahora. Somos una pesada montaña. Todos conformamos el monolito tallado a fuerza de pólvora y machete. Son las llamas en quienes reposamos, como quien busca el regazo de una madre.

Míranos

fundidos como la cera que un dios usó en crearnos

aleación de hueso y cenizas

en montículo perpetuo

míranos

inextinguible llama

de imposible olvido estaremos moldeados.


Cristina Arreola Márquez (Colima, México 1988). Actualmente cursa una maestría en la Universidad de Guadalajara. Se ha desempeñado en el periodismo, edición y corrección de estilo, así como en la promoción cultural. Ha sido ponente en el VI Encuentro Nacional de Escritores en la Región de los Ríos (2012), en el V y VII Festival de Poesía de Manzanillo (2010 y 2012), en el V Encuentro de Investigación y Promoción de la Lectura en México (2012), así como en el Coloquio Internacional “Erotismo, cuerpo y prototipos culturales” (2014). Parte de su trabajo se encuentra publicado en antologías como A la rosa, muestra de mujeres poetas en Colima, a cargo del poeta Sergio Briceño, Mercado de cuentos cortos. Antología de minificción y Detrás de la puerta. Antología de textos eróticos, ambas de Ediciones Falcom; así como en una decena de revistas y suplementos culturales. Funge como jefa de redacción de la revista literaria Monolito. Es autora de la plaquette Nínive de la colección Ouroboros de narrativa (UdeC, 2010).