Después de tanto tiempo sin escribir por fiestas, recesos y meditaciones, no tengo demasiado qué aportar. No sé bien qué escribir, sólo ejercito mi mente plasmando y utilizando el lenguaje, puliéndolo, amasándolo hasta sacarle alguna que otra piedra decente. Mi círculo más cercano de gente estuvo presente en estas glotonas faenas donde nos miramos las caras, los vientres, las almas. Niños corriendo sin fin. Yo no sé decir feliz año nuevo; me parece tan común el correr del tiempo, o debería decir el desbocado e iracundo correr del tiempo. Todo caminando. Las máquinas de la vida con su mismo tropel. Pero vuelvo a las rutinas antes transitadas y regreso al ejercicio contemplativo de la escritura. Una escritura que en secreto siempre tenderá a materializarse con acciones.

Pero en junio dejamos algo inconcluso… y las personas que están más cerca de mí nos ahogamos intensamente en un mar de dudas, en un océano de incertidumbre que se acercó a nosotros como olas enérgicas que nos dejaron dando tumbos y vueltas en una arena filosa y cruel. Sigo, en la medida de lo posible, el devenir político que acontece en mi estadito. Y mi memoria se retuerce frente a la campaña que se inició hacia marzo, abril y mayo: infierno puro en panfletos, mentiras, videos interrumpidos en youtube, molestas cápsulas de radio, toneladas de información apilándose en algún rincón tímido de una herida Colima. La contienda fue muy cerrada, aunque no haya participado la pluralidad. No sé cuál es el pensamiento general del colimote. Mi primera pregunta gira en torno al hecho de analizar la cantidad de votantes… Con posibilidad de ser falible, recuerdo que solamente participó entre el 40% y 50% de las personas que viven en Colima y están en la facultad de emitir un sufragio. Es decir, solamente conocemos la mitad de la moneda. Creo que es ingenuo, tal vez en vías de desarrollo, pero finalmente inmadura, la concepción de un civismo cabal en los ciudadanos de Colima.

La cosa no paró ahí. Hubo una impugnación, ya que al parecer el porcentaje realmente fue minúsculo. En el fondo, sabía claramente que el pri iba a quedarse con la gubernatura de este feudo. Sin embargo, el empuje que acarreó el partido azul y un inusitado entusiasmo de alternancia política comenzó a imperar en el ánimo de mis amigos, de mis conocidos, del sentimiento general. Este proceso se llevó a conclusión y resultó impugnada la elección de junio de 2015. Habrían elecciones de nueva cuenta para enero de 2016. Se postularon los mismos candidatos, en su mayoría, y se formaron coaliciones fríamente calculadas. La guerra sucia y puerca se reanudó. No vi una guerra sucia, realmente fui testigo de una mezquindad globalizada. Nos dimos cuenta que muchas personas que estimábamos encontraron o afianzaron estos cotos de poder. Se arrinconaron a apoyar una causa política que tiene a este estado y país hundido en una ignorancia y corrupción de la cual no quiere salir. Lo que sucedió el 17 de enero es simplemente el reflejo de la idiosincrasia mexicana y colimota. El mexicano funciona mejor tirándose mierda entre mexicano, y sobre todo esforzándose todos los porcentajes posibles por parecer limpio. Dualidad diabólica. El mexicano es religioso pero se echa mierda cada vez que puede. Es mejor así. El candidato del partido que utiliza el verde, blanco y rojo «ganó» por la coalición que llevó a cabo. El que realmente perdió fue Colima, su alma provinciana e ingenua fue la que perdió.

A este nivel necesito recordar algo que dijo un destacado escritor uruguayo: Eduardo Galeano. Este personaje escribió una obra cumbre para entender toda la telenovela que encierra la dinámica vital de los latinos y los mexicanos: «Las venas abiertas de América Latina». Galeano dijo, por ahí, cosa que circula mucho en redes: «Si votar sirviera para algo, ya estaría prohibido». Esta idea representa y ha descrito el sentimiento de desazón en mi círculo de amigos… ¿Tiene algún valor votar? ¿Realmente, al ver solamente un 50 y tantos porciento de participación, vale la pena sufragar? ¿Por qué los mexicanos se quedan pegados al sillón? ¿Por qué somos tan indiferentes a nuestro propio dolor? Votar… ¿Votar?… Ejercer la democracia… Quedarme sentado en el sillón… Van a ganar los mismos de siempre… Mi voto no es útil… Colima es la entrada de Asia a México…

Fui a votar… No me pude quedar pegado en el sillón. Tomé el lápiz negro. Hice la cruz. ¿Por qué votamos haciendo una cruz? Doblé la boleta. Robaron boletas. La corrupción es una serpiente que vive en la sangre de los mexicanos. Los mexicanos. Los mexicanos, con el sudor de su frente y los impuestos, costearán la visita del papa. Los mexicanos. Tan llenos de víboras en la panza. A veces me pregunto: ¿Por qué soy mexicano, chingado?