I

Las aguas más rápidas no

podrán extinguir el amor,

ni los ríos suprimir su pulso.

¿Cómo no admirar a quien por

amor lo entrega todo?

Cantar de los Cantares, 8:7

 

Tú eres la franja donde el río

entra en el mar, la división

 

inmensa de las aguas. A

tus temporales van diario

 

los cántaros para saciar

la promesa de la sed y la

 

saciedad. Estás rodeada

de islas y sales costeñas,

 

eres la misma orilla que

anticipa al mundo

 

en su redondez.

Desde ti, las fuentes imitan

 

tu movimiento ondulado como

una joya acústica de tu

 

puerto bajo llave. De

muerte por ahogamiento,

 

estoy dispuesto a perecer en

las fronteras de tu humedad.

 

En los manglares movedizos

de tu cuerpo me extravío,

 

me disuelvo, me descubro

con algo parecido al sudor.

 

II

 

Amada, tú anuncias a los que han de morir ahogados.

 

III

 

Una bocanada de sal agita

el molusco volátil de tu boca,

 

ostra sagrada que anuncia

vendavales y furias escarpadas.

 

Palpitante como un corazón

engullido por la noche. Todo

 

lo amparas con tu vista de

barco decidido a deshebrar

 

el agua y las fronteras para

hacer un desfile de surcos

 

por la orilla con la espuma

dócil que te anuncia.