Mis 32 años se han fraguado
en el corazón del deslumbre
putrefacto y estéril
del neoliberalismo (recién inaugurado a mi nacimiento)
del TLC
Mis huesos infantiles
se salvaron, por la sabiduría de mi madre,
de ser nutridos por leche radiactiva
de la CONASUPO.
Tan lejos de dios y tan cerca de los gringos
tan lejos de la Guadalupana
y tan cerca de los hippies artistas
La explosión lacandona sacudió
mis dulces 16
llenándolos de esperanza y de duda
Me enamoré entonces del mítico “Sup” Marcos
como me enamoré antes de D’Artagnan
de Atreyu, del Último Mohicano y
de Terry Granchester.
Yo nunca viví ninguna guerra
que no fuera la que noche a noche
se desataba a golpes en el cuarto de mis padres
No viví ninguna dictadura
que no fuera la de la filosofía clasemediera:
la omnipresente falacia de tener que estudiar para “ser alguien”
–hoy un gran imbécil que no sabe ni leer es presidente–
y me pregunto entonces
qué nueva zanahoria se inventarán
para imponer a nuestros caballunos destinos
para que no pensemos más
que en el pan de cada día
que en “mañana será mejor”
que «sí se puede»
que acabando la licenciatura
–o la maestría
o cualquier otra cosa siempre y cuando esté en el futuro,
lejano, incierto–
habremos ganado el estatus, al fin
de ser “alguien”
¡porque antes no lo fuimos!
antes éramos bestias o peor aún
unos “indios”
unos nacos
unos nada.
En realidad sólo somos caballos
o mulas jalando diario
para hacer girar las enormes piedras de moler
del capitalismo
que hacen harina de nuestros sueños,
de nuestras ganas de “superarnos”, de “ser alguien en la vida”
para hornear en sus sobacos apestosos
–saneados con CK One–
el pan de su codicia
el cual devorarán entre risas con otro Johnie Walker
en la mano.
No.
Yo no viví otra dictadura –dictablanda–
que la de la pretensión tapatía
que dicta vestir a la moda
alzar la nariz e invalidarlo todo
o de lo contrario ser un pendejo
o de lo contrario ser una “facilota”,
el espejismo del prole
que se engaña queriéndose creer burgués.
Pero sí viví los grandes fraudes –devaluaciones,
el Ocaso interminable–
A los 8 años supe, sin que nadie me lo explicara,
que el sistema no “se cayó” sino que lo tiraron, para darle el gane al pelón,
así como también me fue claro
que era mentira que dios fuera a mandar al infierno
a sus criaturitas africanas por falta de bautismo
o a mí, su pequeña sierva
sólo porque mi padre era un hijoeputa.
Escrito el jueves 13 de junio del 2013, después de presenciar/durante/inspirada por la lectura del poeta chileno Héctor Hernández Montecinos en la Librería FCE en Colima, Colima.