Todo mundo habla de cómo te fue en el huracán. Todo el mundo traemos en la cabeza un huracán real o ficticio. Todo mundo salimos a la calle, en medio de cualquier semáforo y buscamos, levemente, alguna brizna de algún huracán que nos repita desde afuera. No importa qué categoría sea el huracán que estamos buscando; siempre trataremos de toparnos con él, jalarle los cabellos de huracán, cosquillearle la panza de nubes, rayos y viento.

 

¿Eso es ser humano?

¿Encontrar, enfrentar a la bestia que te habita?

 

En el fondo siento que debería importarme la categoría de “Patricia”, debería leer y releer artículos que hablen sobre la magnitud inventada o no del meteoro. Deberíamos buscar cuáles fueron las medidas que nuestro Heroico congreso aprobó o no; qué otros impuestos agregados se le suman a la vida, para que cada vez tengamos mejores justificaciones y argumentos para tirarnos en medio de una avenida congestionada de coches y camiones.

En el fondo deberíamos estar agradecidos con los montes, o con la suerte, no de un barbudo que anduvo hace algún par de miles de años, o algún gordito oriental que emana paz… En el fondo deberíamos de estar agradecidos con la vida misma, o con algún tipo de vida local o no, ¿Qué chingados importa si han venido del Universo, de Andrómeda o de Orión, a conquistarnos? ¿A conquistar qué chingados, a convertir la vida un misterioso calvario?

A veces quiero creer que somos nosotros mismos los que hemos construido las celdas de nuestra propia cárcel, pero: ¿quién soy yo para decirlo? Otro simple despojo de Universo que sigue buscando su huracán.

*Supongo que de algún modo estamos en venta, aunque seamos una casa derruida por nuestro propio torrente, por lo que la imagen es del mismo tipo que escribe.